Hace varios años, un director me pidió que trabajáramos en el desarrollo de su equipo de gerentes. Eran tres gerentes, de los cuales dos habían sido nombrados en sus puestos hacía poco tiempo. El desafío me entusiasmó, yo había comenzado en el rol de Business Partner (un rol “más soft” dentro de Recursos humanos) y consideraba que contribuir al desarrollo profesional de las personas era mi misión.
Comencé a leer libros sobre el tema y, considerando esto más las herramientas que la empresa ponía a disposición de los líderes, empecé a trabajar con este director en configurar su rol en el desarrollo de estas personas.
A las pocas semanas de haber comenzado, algo me decía que esto no iba a funcionar. ¿Qué pasaba? Si bien cada persona había identificado en qué áreas necesitaba enfocarse para fortalecerse en su rol, y hasta las había discutido con este líder, los planes que él proponía para cada persona no tenían nada que ver con esa lista de habilidades que había consensuado con sus reportes.
Como complemento, en nuestros encuentros se quejaba del desempeño de estas personas sobre cosas que él creía que "no podían suceder en ese nivel" y quería llevarme a entender por qué sus planes de desarrollo eran mejores que los que cada uno de los gerentes había construido.
Ante mi pregunta "¿Por qué no hablaste sobre estos puntos con ellos hace un par de semanas cuando hicieron los planes de desarrollo juntos?", me respondió: "Porque el plan de desarrollo es un documento que la compañía pide. No importa lo que diga ahí, lo importante es lo que ellos tienen que lograr, y ellos no la ven."
¿Quería realmente este líder contribuir al desarrollo de sus reportes directos, o quería validar su idea?
Yo sí creo que quería contribuir al desarrollo de su equipo, pero sus acciones y las conversaciones que tenía conmigo y con ellos eran incoherentes.
¿Qué sentían sus reportes directos? Manipulación y feedbacks sin sentido. Conversé con ellos y me encontré con que ninguno veía en su líder una persona que los apoyara en su desarrollo, sino más bien alguien que no los escuchaba y que siempre buscaba algo negativo en su desempeño. Un líder crítico (aunque él se hacía llamar exigente) y no un líder potenciador.
Hay una interferencia entre la intención y el resultado, y casi siempre es la misma: la incoherencia. Porque para ser un líder que desarrolla a su equipo, ese líder debía primero desarrollar su propio perfil de liderazgo. No es coherente ser un líder que quiere tener razón y crea una cultura de genios, con un líder que busca que otros se potencien y se desarrollen, a quién no debería importarle quién tiene razón y acompaña desde las preguntas.
Si algo de lo que estás haciendo no está dando los resultados que buscás, revisá si estás siendo coherente. Puede que esa introspección te sorprenda. La (in)coherencia se resuelve de adentro hacia afuera.
Esta historia termina conmigo cambiando de rol y dejando esta misión en stand by. Nunca pude convencer a ese líder de que estaba equivocado en sus formas y que por eso sus reportes directos estaban desmotivados. El clásico "no lo quiso ver". La experiencia me dejó una enseñanza que todavía hoy resuena en mí: buscá incoherencias en ese líder que te pide apoyo para generar algo que suena lindo y que no está logrando por sus propios medios.
Me encanta que respondan a estos mails compartiéndome sus historias. Hoy me gustaría leer sus vivencias de incoherencia, propias o como víctimas, las espero ansiosa.
Como siempre, compartile este concepto a quién creas pueda resonar con su real significado. Confío en que estas ideas nos impulsan a redefinir cómo trabajamos de forma concreta y posible.
¡Gracias por leerme!
¡Nos vemos el viernes que viene!
Emi Montiglio
Este contenido fué creado con inteligencia humana, sin intervención de la IA.